Vincular las políticas medioambientales y la equidad social como propone Equo como ejes de su acción ciudadana es además de oportuno, necesario y muy, muy acertado. Son muchas las políticas en las que esa dualidad de valores tiene todo el sentido pero quizás sea en el ámbito energético donde es más evidente, viable e incluso puede llegar a ser ejemplarizante.
Tenemos un modelo energético obsoleto basado en la combustión de fósiles con el apoyo de la muleta de la energía nuclear a partir del último tercio del siglo pasado. Ese modelo ha consistido, lamentablemente consiste hoy e increíblemente pretenden perpetuarlo, en sacar de las entrañas de la tierra en dos siglos lo que la naturaleza ha tardado decenas de millones de años en formar. El carbón, el gas y el petróleo lo hemos quemado, lo estamos quemando y algunos pretenden seguir haciéndolo en un instante de la historia del planeta trasladando a la atmósfera unos gases que inevitablemente tienen que tener efecto en el equilibrio ecológico.
Ese modelo energético está en crisis por razones medioambientales y económicas, pero también sociales. Respecto a las primeras no es necesario abundar en su vinculación al proceso de cambio climático aunque no es la única consecuencia. El uso de los combustibles fósiles tiene otros devastadores efectos continuos y algunos ocasionales como los vertidos de petróleo que un año sí y al otro también saltan a la primera página de la actualidad. Lo que sucede es que no vinculamos esas tragedias que nos indignan cinco minutos mientras vemos las noticias en televisión con gestos cotidianos como llenar el depósito de nuestro coche o encender una caldera.
Por otra parte este modelo energético ha incidido en las clamorosas desigualdades sociales que imperan en el mundo. Sólo poco más de una cuarte parte de la humanidad tiene, tenemos, acceso a la energía de manera “satisfactoria” (según nuestros criterios de ricos occidentales), mientras que otra cuarte parte no dispone de energía tal y como la entendemos nosotros. Ni la tendrá, porque trasladar al resto de la humanidad nuestra insostenible forma de extraer, transportar y consumir la energía colapsaría inmediatamente el planeta.
Pero además este modelo es inviable económicamente porque introduce un elemento desestabilizador como es el precio de los combustibles fósiles, con una gran volatilidad, parámetro clave en el que deciden exclusivamente un cartel de países productores, un oligopolio de grandes petroleras y unos mercados ajenos al control de los gobiernos democráticamente elegidos por los ciudadanos. Hoy vivimos una gran crisis financiera pero la próxima crisis, la gran crisis será la de la energía.
Tenemos la oportunidad de adelantarnos a esa crisis con una gran apuesta por acelerar el cambio de modelo energético al que estamos abocados tarde o temprano. En el reciente Congreso Nacional de Medio Ambiente, la Fundación Renovables organizaba un debate que llevaba por título “Renovables, pilar de un nuevo modelo productivo”. Fueron muchas las ideas, las propuestas, los argumentos que allí se presentaron apoyando el enunciado de la actividad. Tenemos la obligación de llevar a cabo ese proceso de cambio de modelo energético por las razones anteriormente expuestas pero es que además es una gran oportunidad de sentar las bases de una nueva economía más sostenible. Las renovables, el ahorro y la eficiencia pueden, deben permitir cambiar una forma de generar, obtener y disfrutar de los servicios que necesitamos.
La integración de las renovables, el ahorro y la eficiencia en el urbanismo, la edificación y el transporte las convertirán en un elemento habitual y cotidiano dando lugar a una nueva cultura de la energía que debe crear nuevas actividades económicas, nuevos servicios y nuevos empleos. Es posible, lo ha demostrado el desarrollo de las energías renovables en nuestro país, que ahora se quiera paralizar para mantener los negocios convencionales. Podría serlo también la necesaria rehabilitación energética de edificios o la electrificación del transporte.
Y ese nuevo modelo energético además de hacer posible una nueva economía responde a la dualidad de respeto medioambiental y equidad social. Obviamente son mucho más respetuosas con nuestro entorno y constituyen la única fuente de energía que, por su carácter autóctono e inagotable y su disponibilidad a coste cero en la naturaleza, puede garantizar el suministro a todos los ciudadanos del mundo que, como apuntaba, hoy no tienen acceso a la energía y a todos los que en el futuro no podrán soportar los incalculables costes de la dependencia de los combustibles fósiles. En este sentido, cabe destacar la idea lanzada por la Fundación Renovables que reclama un nuevo derecho de la ciudadanía: el derecho de acceso a las fuentes renovables de energía.