Son ya seis, sí seis, los años en los que los gobiernos de turno, tanto este del PP como el anterior del PSOE, se empeñan en trasladar al Boletín Oficial del Estado su error, su tremendo error de diagnóstico sobre los males de nuestro sistema eléctrico mientras siguen ignorando los principales problemas del conjunto de nuestro sistema energético: la dependencia del exterior y su reflejo en nuestro balanza comercial, las emisiones de Gases de Efecto Invernadero o la pobreza energética que se ha convertido en una lacra que debería avergonzarnos como sociedad. El error de diagnóstico no es otro que culpar a las primas a las renovables de ese perverso problema inventado en su día por los políticos con el beneplácito de las compañías eléctricas y conocido como “déficit de tarifa”.
Seis años de frenazo al desarrollo de las renovables y recortes a su retribución no han conseguido eliminar ese déficit pero sí destruir uno de los pocos sectores con proyección futura en el que España figuraba en vanguardia y era reconocido como líder en todo el mundo. Seis años después cientos de empresas del sector han cerrado, se han perdido más de cuarenta mil empleos, decenas de miles de inversores en fotovoltaica están al borde de la quiebra, las inversiones en renovables han descendido en España entre 2012 y 2013 un 98% y el prestigio de nuestro país está por los suelos lastrado por la retroactividad normativa que nos convierte en un paraíso de la inseguridad jurídica. Enfrente, las grandes corporaciones eléctricas, que en su día inventaron y difundieron con todos sus medios –que son muchos– el eslogan de que “las renovables son caras”, mantienen sus niveles de beneficios pese a la crisis, pese a la reducción de la demanda y con unos márgenes que duplican los de las grandes compañías eléctricas europeas.
Desde el RD 1578/2008 que crea los cupos para el desarrollo fotovoltaico y que inicia este proceso de marcha atrás se han sucedido todo tipo de normas que han ido endureciendo hasta hacer imposible el camino para las energías renovables. El RDL 6/2009 que crea el registro de pre asignación para las instalaciones renovables; los RD 1565/2010 y 1614/2010 que conllevan el primer recorte drástico a la retribución; el RDL 14/2010 que limita –entre otras cosas– las horas de percepción de la prima para la fotovoltaica; el RDL 1/2012 de moratoria al desarrollo de las renovables con el que el PP inauguraba su aportación a este dislate; el RDL 13/2012 que retira los fondos para ahorro y eficiencia y la Ley 15/2012 de medidas fiscales para la sostenibilidad (¡qué ironía!) energética que impone un impuesto del 7% para la generación eléctrica, constituían una batería de normas que podían hacernos pensar que peor imposible. Pues no, todavía quedaba para 2013 la traca final (¿o a la penúltima?) de la reforma energética, “la madre de todas las reformas”, que llegó precedida del RDL 2/2013 que anulaba el principio de toda la normativa de los últimos quince años como era el derecho de las renovables a percibir el precio del pool más un incentivo como internalización de sus beneficios estratégicos, sociales y medioambientales frente a unos costes ocultos o externalizados de las tecnologías convencionales.
El Gobierno, por boca de su Vicepresidenta, presentó en julio su reforma como “la última y definitiva para corregir los desequilibrios del sistema”. Pues bien, ni lo uno ni lo otro. Ochocientos folios entre un proyecto de ley, un real decreto ley (¡y van…!), siete propuestas de real decreto y otra serie de normas que no arreglan nada -como han demostrado posteriormente los acontecimientos- y complican aún más si cabe la situación del sector eléctrico. No sólo se modifica con efectos retroactivos el sistema de retribución de las renovables sustituyendo los incentivos a la producción por unas compensaciones a la inversión basadas en unos parámetros, que a enero de 2014 todavía no se conocen, no sólo se carga sobre los consumidores todavía más el coste de estas medidas sino que además se llega al esperpento prohibiendo el futuro, es decir castigando el autoconsumo con una delirante regulación que hace pagar al ciudadano que produce con sus propios medios hasta por lo que consume para si mismo siguiendo la tesis ideada y pregonada por una eléctrica desde hace más de un año. La aberración de esta norma sobre el autoconsumo llega al extremo de multar hasta con sesenta millones de euros, sí 60.000.000 €, a los incautos que osen ejercer lo que es un derecho por el sentido común, producir su propia energía con la tecnología que por su coste ya se lo permite, pero que pasa a ser un delito para nuestros reguladores.
La propuesta de decreto de autoconsumo que todavía no ha llegado al BOE retrata perfectamente la filosofía (es mucho decir para Soria y los Nadal) de los responsables de la energía de este país que prefieren hablar de prospecciones petrolíferas en Canarias o donde sea, allanar el camino al fracking o empeñarse, erre que erre, en reabrir una central nuclear obsoleta incluso en contra del criterio de sus propietarios. Con esta norma el Gobierno echa un inmenso capote a las grandes compañías eléctricas que no van a poder competir con una fotovoltaica a 70 €/MWh. Queda prohibido el autoconsumo y cerramos la puerta al futuro.
El estrambote a este año nefasto lo protagoniza la suspensión (con papelón por medio de la CNMC) de una subasta que ahora descubre el Gobierno no sirve para fijar el precio del kilovatio hora en nuestro país. Años llevamos desde la Fundación Renovables denunciando el carácter inflacionista de la CESUR y el conjunto del sistema de fijación de precios. El hecho de que el mismo día que se publicaba la nueva Ley del Sector Eléctrico el ministro del ramo estuviera anunciado que en unos días establecería el sistema con el que se fijaría el precio, retrata perfectamente la inutilidad de toda la reforma en su conjunto.
Si hace un año podíamos pensar que peor imposible después del tremendo salto al pasado que supuso la regulación del 2012, hoy –vista la experiencia del pasado año– no podemos más que concluir que sí, que peor, todavía, es posible. A pesar de todo tenemos la convicción de que esto no es más que un paréntesis, no sabemos por cuanto tiempo, pero un paréntesis en el cambio de modelo energético. El futuro de la energía es renovable piensen lo que piensen los hermanos Nadal. Los de enfrente lo saben muy bien y por eso echan el resto para retrasarlo.