Para quien procede del mundo de la comunicación, como es mi caso, el marketing inbound es un territorio amigo, reconocible, familiar. Lo es por la prevalencia de los contenidos, de la búsqueda de la credibilidad, del rigor para ganarse el reconocimiento de las audiencias que queremos convertir en clientes. Es un proceso de relación respetuosa, sutil, que no permite pasos en falso, ni maquillajes, ni trampas; es el marketing de seducción.
Esta nueva forma de relacionarse entre quien tiene algo que vender y quien quiere comprar algo responde obviamente a unos cambios radicales en nuestra sociedad llegados de la mano de las nuevas tecnologías. Y sin embargo la tecnología no es la clave, la tecnología es solo una herramienta, sí, con muchas posibilidades pero solo una herramienta para que nos dejemos ver allí donde nos puedan buscar nuestros públicos objetivos y en el momento que ellos lo deseen.
Por nuestra parte, los que aplicamos el marketing inbound solo deseamos conocer mejor a nuestro interlocutor, saber sus gustos, sus necesidades y dar respuesta a las mismas sin prisas ni precipitaciones. Él decide cuándo y cómo. Nosotros atentos a cada uno de sus gestos, a cada uno de sus pasos, a cada una de sus demandas para no abortar en ningún momento un proceso de seducción en el que deliberadamente le hemos cedido la iniciativa.
La importancia de nuestra labor radica en la elaboración de unos contenidos que respondan a sus expectativas. Nosotros tenemos la obligación de ofrecer rigor, credibilidad, oportunidad y, como segundo paso, esforzarnos en facilitar el que nos encuentren cuando nos busquen, nunca antes. Ese es el equilibrio que debemos alcanzar, ese es el paso adelante en esta democratización del marketing (ENLACE) en la que el control lo tiene el ciudadano porque se lo permiten las tecnologías. Se trata de estar cuando nos quieran ver y nos necesiten y no molestar con una presencia no deseada, no demandada, no esperada.
Se trata de comunicar ideas, información práctica, análisis, datos, pensados exclusivamente para satisfacer a nuestro interlocutor y cuando él nos lo indique con un simple clik daremos nuevos pasos para profundizar en la relación, para proseguir al ritmo que nos marque en este proceso. Es el marketing de seducción.