Cuando en 1997 salía a la calle el primer número de InfoPOWER solo unos pocos hablaban en nuestro país de la necesidad de cambiar de modelo energético para sustituir el actual, basado en la combustión del gas, petróleo, uranio y carbón, por otro cimentado, en primer lugar, en el ahorro y la eficiencia y con las renovables como fuentes prioritarias. Sí, es cierto que la Ley del Sector Eléctrico 54/1997 abría ese año tímidamente una puerta al desarrollo de las energías renovables, que la minihidráulica había aprovechado la espita abierta anteriormente para romper el monolítico sistema eléctrico español y que la eólica, por su parte, iniciaba un camino que ni siquiera los más partidarios y convencidos de esta tecnología podían vislumbrar dónde acabaría llevándoles quince años después.
Las renovables se entendían entonces de forma mayoritaria en el sector energético como una guinda al pastel propio que no había más remedio que aceptar, entre otras cosas porque no se les daba ninguna credibilidad como tecnologías a jugar un papel importante en el futuro. En estos tres lustros las renovables han pasado de ser ignoradas y ninguneadas a ser ferozmente combatidas por los que ven amenazado su negocio tradicional, no tanto por las características técnicas de sus instalaciones como las posibilidades sociales de las renovables para romper el oligopolio y abrir a nuevos agentes y sobre todo a los ciudadanos el ejercer como agentes y protagonistas del sector energético.
En estos quince años hemos andado un camino muy importante, y las páginas de esta revista así lo han recogido, una senda en la que quizás lo más importante no sea tanto la cuota que las renovables han alcanzado en nuestro sistema eléctrico o los modestos logros en la eficiencia energética, sino, sobre todo, que hemos demostrado que podemos ir mucho más lejos de lo que en cada momento podemos pensar. Ningún plan de fomento de las renovables, ninguna prospectiva, ningún ejercicio de predicción podría haber imaginado en 1997 –ni siquiera hace cinco años- por ejemplo que la eólica era capaz de cubrir en un momento determinado el 64 por ciento de la cobertura de la demanda eléctrica como ha sucedido este pasado mes de septiembre. De la misma forma, desde los ámbitos más convencionales del sector energético se negaba la capacidad de la tecnología fotovoltaica para alcanzar la espectacular reducción de costes que permite que hoy ya la energía producida en unos paneles tenga un coste inferior al del kwh que nos proporciona la compañía eléctrica de turno en nuestro domicilio.
El cambio de modelo energético que propugnamos desde la Fundación Renovables –que, insisto, pasa en primer lugar por el ahorro y la eficiencia- es posible además de necesario, además de imprescindible. InfoPOWER ha sido testigo de cómo se derrumbaban muchos mitos sobre los límites de ese nuevo modelo mientras que las razones que lo justifican se hacían más evidentes tanto en lo que se refiere a limitar las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del cambio climático –con un consenso unánime de la comunidad científica internacional sobre la vinculación del mismo con la energía-, como al lastre que supone para nuestra economía la dependencia exterior en materia energética, dependencia que en nuestro caso puede calificarse de suicida.
No hemos hecho más que empezar ese camino del cambio de modelo energético y si bien el desarrollo de las renovables ha dado pasos importantes queda casi todo por hacer en el ámbito del transporte o en la imprescindible rehabilitación energética de los edificios. Pero lo que ha sucedido en este periodo debe servirnos para convencernos de que podemos ser muy ambiciosos. Los que han tildado de utopía las primeras propuestas de un futuro cien por cien renovable para 2050 pueden estar tan equivocados como aquel responsable del Operador del Sistema que solo hace ocho años afirmaba con rotundidad que “nunca funcionarán simultáneamente en la red más de 3.000 MW eólicos” cuando hoy ya lo han hecho 16.000 MW.
Ese cambio de modelo energético se puede retrasar, de hecho en ese sentido van las decisiones de las dos últimas legislaturas, pero no se puede impedir. Esa una grave irresponsabilidad que los Gobiernos pongan por delante los intereses de los que se equivocaron –y siguen equivocándose- con inversiones en las tecnologías convencionales cuando ya estaba claro cuál es el camino y dejen a un lado los intereses de las sociedad, los intereses de esta planeta y de las generaciones futuras. Estas páginas han dado cuenta de que es cambio de modelo energético es posible porque no tenemos la tecnología. El cambio está en marcha, no permitamos que lo detengan.