Acaba de celebrarse el Día Mundial del Medio Ambiente y como cada año hemos tenido ocasión de escuchar mensajes —bienintencionados y oportunos casi siempre— que nos llamaban la atención en la mayor parte de los casos sobre la alarmante situación del planeta. Los elocuentes e indiscutibles datos sobre los efectos que el cambio climático empieza a ejercer sobre el conjunto del planeta han ocupado preferentemente las titulares de los medios de comunicación. Los expertos han puesto de manifiesto que la insostenibilidad del actual sistema en sus más amplios términos y las tertulias se han teñido de verde por unas horas.
¿Y después? Recuerdan ustedes lectores alguna medida espectacular en los últimos días, semanas o meses que consideren de verdad eficaz para detener el efecto de la actividad humana sobre el medio ambiente sin comprometer sus recursos para generaciones venideras. Bajemos el listón. Recuerdan alguna medida en la buena dirección pero no llegue clamorosamente tarde como el “prudente” y tímido nuevo Código Técnico de la Edificación. No pero seguro que recuerdan artículos, editoriales y manifestaciones a favor de…… la energía nuclear.
¿Es posible que todavía hoy el debate sobre el modelo energético se centre en la necesidad o no de volver a la energía nuclear? Lamentablemente las filas de los pronucleares engordan día a día y, lo que es más paradójico, lo hacen con el argumento de que “es imprescindible para cumplir Kioto”. Son casi siempre los mismos que hasta antes de ayer propugnaban ignorar este compromiso pero han encontrado en él un argumento para tapar sus residuos, sus riesgos y su ineficacia. Que yo sepa, estamos hablando fundamentalmente de sustituir a los combustibles fósiles y para que la energía nuclear cumpliera ese papel sería necesario implantar 12.000 reactores nucleares en todo el mundo. Eso hoy.
El problema está —por citar uno— que entre los pequeños inconvenientes de esta tecnología tan limpia figura el hecho de que su desarrollo implica la posibilidad de usos bélicos. Luego sólo podremos tener plantas los chicos serios, elegantes, guapos y ricos de Occidente que nunca hacemos tonterías pero no, por supuesto, el resto del planeta. Sí, a este paso nosotros iremos a resucitar una tecnología nociva pero nos seguirán afectando las emisiones de gases de efecto invernadero del resto de los países porque se olvidan de que el CO2 no respeta fronteras y los efectos del cambio climático menos.
Sería quizás más lógico poner ya hoy, en estos tiempos de globalización, toda la carne en el asador en tecnologías y modelos energéticos exportables, universales. Las energías renovables tienen inmensas posibilidades, todas con sus inconvenientes y limitaciones, pero se trata de poner estas “pegas” en una balanza enfrentadas a las de las energías convencionales, incluida la nuclear. Insisto, hace diez años casi nadie creía en la eólica y hoy cubre el 8 por ciento de la demanda. Son muchas las sorpresas que podrían darnos esas tecnologías limpias y autóctonas.
El planeta nos está diciendo que todos los días deberían ser los de medio ambiente —ya sea que es un tópico aplicable a casi todos los temas que tienen su “día”— por los menos los de poner los criterios ambientales como prioridad y sin hipocresías y no celebrar la vuelta a los errores del pasado.